Entrecerró los ojos. Daba la impresión de haber pensado en ello.
—¿Qué te hace pensar eso?
—Porque estoy de acuerdo con Jasper, los Vulturis adoran sus reglas y, además, de
todos modos, habrían hecho un trabajo más fino —y porque ya habría muerto si ése
hubiera sido su deseo, añadi en mi fuero interno—. ¿Recuerdas cuando rastreaste a
Victoria el año pasado?
—Sí —frunció el ceño—. No se me dio demasiado bien.
—Alice me dijo que estuviste en Seattle. ¿La seguiste hasta allí?
Frunció las cejas hasta el punto de que ambas se rozaron.
—Sí. Um...
—Ahí lo tienes. Se le pudo ocurrir la idea en esa ciudad, pero ella no sabe realmente
cómo hacerlo de modo correcto, por eso los neófitos están fuera de control.
Edward sacudió la cabeza.
—Sólo Aro conoce con exactitud el funcionamiento de la presciencia de Alice.
—Aro es quien mejor lo sabe, pero ¿acaso no la conocen bastante bien Tanya, Irina y
el resto de vuestros amigos de Denali? Laurent vivió con ellas durante mucho tiempo, y si
mantuvo con Victoria una relación en términos lo bastante cordiales como para hacerle
favores, ¿por qué no le iba a contar cuanto sabía?
Edward mantuvo el ceño fruncido.
—No fue ella quien entró en tu cuarto.
—¿Y no ha podido trabar nuevas amistades? Piensa en ello, si es Victoria quien se
encuentra detrás del asunto de Seattle, está haciendo un montón de nuevos amigos, los
está creando.
Su frente se pobló de arrugas que delataban la concentración con que sopesaba mis
palabras.
—Um... Es posible —contestó al fin—. Sigo creyendo más viable la hipótesis de los
Vulturis, pero tu teoría tiene un punto a su favor: la personalidad de Victoria. Tu conjetura
encaja a la perfección con su forma de ser. Ha demostrado un notable instinto de
supervivencia desde el principio. Quizá sea un talento natural. En cualquier caso, con este
plan, ella no tendría que arriesgarse ante ninguno de nosotros, permanecería en la
retaguardia y dejaría que los neófitos causaran estragos aquí. Tampoco correría grave
peligro frente a los Vulturis. Es posible incluso que cuente con nuestra participación.
Aunque su tropa ganase, no lo haría sin sufrir graves pérdidas, con lo cual sobrevivirían
pocos neófitos en condiciones de testificar contra ella. De hecho —continuó pensando
para sí mismo—, apuesto a que ella ha planeado eliminar a los posibles supervivientes...
Aun así, ha de tener algún amiguito un poco más maduro, no un converso reciente, capaz
de dejar con vida a tu padre...
Examinó el lugar con el ceño torcido y luego, de pronto, salió de su ensueño y me
sonrió.
Eclipse
Stephenie Meyer
249
—No hay duda de que es perfectamente posible, pero hemos de estar preparados
para cualquier contingencia hasta estar seguros. Hoy estás de lo más perspicaz
—añadió—. Es impresionante.
Suspiró.
—Quizá sea una simple reacción refleja a este lugar. Tengo la sensación de tenerla
tan cerca que creo que me está mirando en este mismo momento.
La idea le hizo apretar los dientes.
—Jamás te tocará, Bella.
A pesar de sus palabras, recorrió atentamente con la mirada los oscuros árboles del
bosque. Una extraña expresión pobló su rostro mientras escrutaba las sombras. Retiró los
labios hasta dejar los dientes al descubierto y en sus ojos ardió una luz extraña, algo
similar a una fiera e indómita esperanza.
—Aun así, no les daré ocasión de estar tan cerca —murmuró— ni a Victoria ni a
quienquiera que pretenda hacerte daño. Tendrán que pasar por encima de mi cadáver.
Esta vez acabaré con ella personalmente.
La vehemente ferocidad de su voz me hizo estremecer y estreché sus dedos con los
míos aún con más energía deseando tener suficiente fuerza para mantener enlazadas
nuestras manos para siempre.
Nos encontrábamos muy cerca de su familia ya, y fue entonces cuando me percaté por
vez primera de que Alice no parecía compartir el optimismo de los demás. Permanecía en
un aparte, mirando a Jasper, que la estrechaba entre sus brazos, como si le necesitara
para entrar en calor. Fruncía los labios en un mohín de contrariedad.
—¿Qué le pasa a Alice? —pregunté con un hilo de voz.
Edward volvió a reír para sí entre dientes.
—No puede ver nada ahora que los licántropos están de camino. Esa «ceguera» le
produce malestar.
A pesar de ser el miembro de los Cullen má alejado de nosotros, ella oyósu
cuchicheo, alzólos ojos y le sacóla lengua. Edward se rióotra vez.
—ola, Edward —e saludóEmmett— hola, Bella, ¿e va a dejar participar en las
práticas?
Mi novio regañóa su hermano.
—mmett, por favor, no le des ideas.
—¿uádo llegan nuestros invitados? —e preguntóCarlisle a Edward.
Éte se concentródurante unos instantes y suspiró
—stará aquídentro de minuto y medio, pero voy a tener que oficiar de traductor, ya
que no confín en nosotros lo bastante como para usar su forma humana.
Carlisle asintió
—esulta duro para ellos. Les agradezco que vengan.
Eclipse
Stephenie Meyer
250
Miré a Edward con ojos entrecerrados.
—¿Vienen como lobos?
El asintió, mostrándose cauto ante mi reacción. Tragué saliva al recordar las dos
veces en que había visto a Jacob en su forma lobuna. La primera fue en el prado, con
Laurent, y la segunda en el sendero del bosque cuando Paul se había enfadado
conmigo... Ambos recuerdos eran aterradores.
Los ojos de Edward centellearon de un modo anómalo, como si se le acabara de
ocurrir algo que tampoco fuera placentero. No tuve tiempo de estudiarlo a fondo, ya que se
volvió a toda prisa hacia Carlisle y los demás.
—Preparaos, estarán a la que salta.
—¿A qué te refieres? —quiso saber Alice.
—Silencio —le advirtió; luego, la miró de pasada cuando dirigía la vista en dirección a
la oscuridad.
De pronto, el círculo informal de los Cullen se estiró hasta forma una línea flexible en
cuya punta estaban Jasper y Emmett. Supe que a Edward le habría gustado
acompañarlos por la forma en que permanecía inclinado a mi lado. Estreché su mano con
más íuerza.
Entrecerré los ojos para estudiar el bosque, pero no vi nada.
—Maldita sea —masculló Emmett en voz baja—, ¿habíais visto algo así?
Esme y Rosalie intercambiaron una mirada. Ambas tenían los ojos desorbitados por la
sorpresa.
—¿Qué pasa? —susurré lo más bajito posible—. No veo nada.
—La manada ha crecido —me susurró Edward al oído.
¿Por qué se sorprendían? ¿Acaso no les había dicho yo que Quil se había unido al
grupo? Agucé la vista para distinguir a los seis lobos en la penumbra. Finalmente, algo
titiló en la oscuridad, y eran sus ojos, aunque a mayor altura de lo esperado. Había
olvidado su talla. Eran altos como caballos, sin un gramo de grasa, todo pelaje y músculo,
y unos dientes como cuchillas, imposibles de pasar por alto.
Sólo lograba verles los ojos. Mientras escrutaba las sombras en un intento de
distinguirlos mejor, caí en la cuenta de que había más de seis pares de ojos delante de
nosotros. Uno, dos, tres... Conté mentalmente los pares de pupilas a toda prisa. Dos
veces.
Eran diez.
—Fascinante —murmuró Edward en un susurro apenas audible.
Carlisle avanzó un paso con deliberada lentitud. Fue un gesto lleno de cautela,
destinado a insuflar tranquilidad.
—Bienvenidos —saludó a los lobos, aún invisibles.
—Gracias —contestó Edward con un tono extraño y sin gracia. Entonces, comprendí
de inmediato que las palabras procedían de Sam.
Eclipse
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251
Estudié los ojos relucientes situados en el centro de la línea de pupilas; brillaban a
mayor altura que el resto. Seguía siendo imposible distinguir la figura negra del lobo
gigante en la oscuridad.
Edward volvió a hablar con la misma voz distante, reproduciendo las palabras de Sam.
—Venimos a oír y escuchar, pero nada más. Nuestro autodominio no nos permite
rebasar ese límite.
—Es más que suficiente —respondió Carlisle—. Mi hijo Jasper goza de experiencia en
este asunto —prosiguió, haciendo un gesto hacia la posición de Jasper, que estaba tenso
y alerta—. El nos va a enseñar cómo luchar, cómo derrotarlos. Estoy seguro de que
podréis aplicar esos conocimientos a vuestro propio estilo de caza.
—Los atacantes... ¿son diferentes a vosotros? —preguntó Sam por mediación de
Edward.
Carlisle asintió.
—Todos ellos han sido transformados hace poco, apenas llevan unos meses en esta
nueva vida. En cierto modo, son niños. Carecen de habilidad y estrategia, sólo tienen
fuerza bruta. Esta noche son veinte, diez para vosotros y otros diez para nosotros. No
debería ser difícil. Quizá disminuya su número. Los neófitos suelen luchar entre ellos.
Un ruido sordo recorrió la imprecisa línea lobuna. Era un gruñido bajo, un refunfuño,
pero lograba transmitir una sensación de euforia.
—Estamos dispuestos a encargarnos de más de los que nos corresponden si fuera
necesario —tradujo Edward, en esta ocasión habló con tono menos indiferente.
Carlisle sonrió.
—Ya veremos cómo se da la cosa.
—¿Sabéis el lugar y el momento de su llegada?
—Cruzarán las montañas dentro de cuatro días, a última hora de la mañana. Alice nos
ayudará a interceptarlos cuando se aproximen.
—Gracias por la información. Estaremos atentos.
Resonó un suspiro antes de que los ojos de la línea descendieran hasta el nivel del
suelo casi al mismo tiempo.
Se hizo el silencio durante dos latidos de corazón, y luego Jasper se adentró un paso
en el espacio vacío entre los vampiros y los lobos. No me resultó difícil verle, ya que su
piel refulgía en la oscuridad como los ojos de los licántropos. Jasper lanzó una mirada de
desconfianza a Edward, quien asintió. Entonces, les dio la espalda y suspiró con
manifiesta incomodidad.
—Carlisle tiene razón —empezó Jasper, dirigiéndose sólo a nosotros. Daba la
impresión de que intentaba ignorar a la audiencia ubicada a sus espaldas—. Van a luchar
como niños. Las dos cosas básicas que jamás debéis olvidar son: primera, no dejéis que
os atrapen entre sus brazos, y segunda, no busquéis matarlos de frente, pues eso es algo
para lo que todos están preparados. En cuanto vayáis a por ellos de costado y en continuo
movimiento, van a quedar demasiado confusos para dar una réplica efectiva. ¿Emmett?
Eclipse
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252
El interpelado se adelantó un paso de la línea formada por los Cullen con una ancha
sonrisa.
Jasper retrocedió hacia el extremo norte de la brecha entre los enemigos, ahora
aliados. Hizo una señal a su hermano para que se adelantara.
—De acuerdo, que sea Emmett el primero. Es el mejor ejemplo de ataque de un
neófito.
Emmett entornó los ojos y murmuró:
—Procuraré no romper nada.
Jasper esbozó una ancha sonrisa.
—Con ello quiero decir que él confía en su fuerza. Su ataque es muy directo. Los
neófitos tampoco van a intentar ninguna sutileza. Procuran matar por la vía rápida.
Jasper retrocedió otros pocos pasos con el cuerpo en tensión.
—Vale, Emmett... Intenta atraparme.
No conseguí ver a Jasper. Se convirtió en un borrón cuando Emmett cargó contra él
como un oso, sonriente y sin dejar de gruñir. Era también muy rápido, por supuesto, pero
no tanto como Jasper, que parecía tener menos sustancia que un fantasma y se escurría
de entre los dedos de su hermano cada vez que las manazas de Emmett estaban a punto
de atraparle. A mi lado, Edward se inclinaba hacia delante con la mirada fija en ellos y en
el desarrollo de la pelea.
Entonces, Emmett se quedó helado. Jasper le había atrapado por detrás y tenía los
colmillos a una pulgada de su garganta.
Emmett empezó a maldecir.
Se levantó un apagado murmullo de reconocimiento entre los lobos, que no perdían
detalle.
—Otra vez —insistió Emmett, que había perdido su sonrisa.
—Eh, ahora me toca a mí —protestó Edward. Le agarré con más fuerza.
—Aguarda un minuto —Jasper sonrió mientras retrocedía—. Antes quiero demostrarle
algo a Bella —le observé con ansiedad cuando le pidió por señas a Alice que se
adelantara—. Sé que te preocupas por ella —me explicó mientras Alice entraba en el
círculo con sus despreocupados andares de bailarina—. Deseo mostrarte por qué no es
necesario.
Aunque sabía que Jasper jamás permitiría que le sucediera nada malo a su
compañera, seguía siendo duro mirar mientras él retrocedía antes de acuclillarse delante
de ella. Alice permaneció inmóvil. Parecía minúscula como una muñeca en comparación
con Emmett. Sonrió para sí misma. Jasper se adelantó primero para luego deslizarse con
sigilo hacia la izquierda.
Ella cerró los ojos.
El corazón me latió desbocado cuando vi a Jasper acechar la posición de Alice.
Eclipse
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253
El saltó y desapareció. De pronto, apareció junto a Alice, que parecía no haberse
movido.
Jasper dio media vuelta y se lanzó de nuevo contra ella, sólo para caer en un ovillo
detrás de Alice, igual que la primera vez. Ella permaneció con los ojos cerrados y sin
perder la sonrisa.
Entonces, la observé con mayor cuidado.
Alice sí que se movía. Los ataques de Jasper me habían despistado y yo lo había
pasado por alto. Ella se adelantaba un pasito en el momento exacto en que el cuerpo de
Jasper salía disparado hacia la anterior posición de Alice, que daba otro paso más
mientras las manos engarriadas del atacante silbaban al pasar por donde antes había
estado su cintura.
Él la acosaba de cerca y ella comenzó a moverse más deprisa. ¡Estaba bailando! Se
movía en espiral, se retorcía y se curvaba sobre sí misma. Mientras arremetía y la
buscaba entre sus gráciles acrobacias, sin llegar a tocarla nunca, él se convertía en su
pareja de baile, en una danza donde cada movimiento estaba coreografiado. Al final, Alice
se rió...
...apareció de la nada y se subió a la espalda de su compañero, con los labios
pegados a su cuello.
—Te pillé —dijo ella antes de besar a Jasper en la garganta.
Él rió entre dientes al tiempo que meneaba la cabeza.
—Eres un monstruito aterrador, de veras.
Los lobos farfullaron de nuevo. Esta vez el sonido reflejaba cautela.
—Les vendrá muy bien aprender un poco de respeto —murmuró Edward, divertido.
Luego, en voz más alta, dijo—: Mi turno.
Me apretó la mano antes de marcharse. Alice acudió para ocupar su lugar a mi lado.
—Hace frío, ¿eh? —me preguntó con una expresión engreída después de su
exhibición.
—Mucho —admití sin apartar la vista de Edward, que se deslizaba sin hacer ruido
hacia Jasper con movimientos felinos y atentos, como los de un gato de los pantanos.
—No te quito el ojo de encima, Bella —me susurró de repente tan bajito que la oí a
duras penas a pesar de tener los labios pegados a mi oído. Mi mirada osciló de su rostro a
Edward, que estaba absorto contemplando a Jasper. Ambos estaban haciendo amagos a
medida que se acortaba la distancia entre ellos. Las facciones de Alice tenían un tono de
reproche—. Avisaré a Edward si decides llevar a la práctica tus planes —me amenazó—.
Que te pongas en peligro no va a ayudar a nadie. ¿Acaso crees que algún neófito daría
media vuelta si murieras? La lucha no cesaría ni por su parte ni por la nuestra. No puedes
cambiar nada, así que pórtate bien, ¿vale?
Hice una mueca e intenté ignorarla.
—Te tengo vigilada —insistió.
Eclipse
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254
Para ese momento, los dos contendientes se habían acercado el uno al otro y la lucha
parecía ser más reñida que las anteriores. Jasper contaba a su favor con la referencia de
un siglo de combate y aunque intentaba actuar ciñéndose sólo a los distados del instinto,
el aprendizaje le guiaba una fracción antes de actuar. Edward era ligeramente más rápido,
pero no estaba familiarizado con los movimientos de Jasper. Proferían de modo constante
instintivos gruñidos y se acercaban una y otra vez sin que ninguno fuera capaz de obtener
una posición ventajosa. Como se movían demasiado deprisa para comprender lo que
estaban haciendo, resultaba difícil de ver e imposible apartar la mirada. Los penetrantes
ojos de los lobos atraían mi atención de vez en cuando. Tenía el presentimiento de que
ellos se pispaban de todo aquello bastante más que yo, quizá más de lo conveniente.
Al final, Carlisle se aclaró la garganta. Jasper se echó a reír y Edward se irguió,
sonriéndole.
—Dejémoslo en empate —admitió Jasper— y volvamos al trabajo.
Todos actuaron por turnos -Carlisle, Rosalie, Esme y luego Emmett de nuevo-.
Entrecerré los ojos y me mantuve encogida cuando Jasper atacó a Esme, cuyo
enfrentamiento resultó ser el más difícil de ver. Después de cada uno, él ralentizaba sus
movimientos, aunque no lo bastante para que yo los comprendiera, y daba nuevas
instrucciones.
—¿Veis lo que estoy haciendo aquí? —preguntaba—. Eso es, justo así —los
animaba—. Los costados, concentraos en los costados. No olvidéis cuál va a ser su
objetivo. No dejéis de moveros.
Edward no se descuidaba ni un segundo en la vigilancia y escucha de aquello que los
demás no podían ver.
Se me hizo difícil seguir la instrucción conforme los párpados me empezaron a pesar
más y más. Las últimas noches no había dormido bien y, de todos modos, casi llevaba
veinticuatro horas seguidas sin pegar ojo. Me apoyé sobre el costado de Edward y cerré
los ojos.
—Estamos a punto de acabar —me avisó en un susurro.
Jasper lo confirmó cuando se volvió hacia los lobos, por vez primera, con una
expresión llena de incomodidad.
—Mañana seguiremos con la instrucción. Por favor, os invitamos a volver a venir para
observar.
—Sí—respondió Edward con la fría voz de Sam—, aquí estaremos.
Entonces, Edward suspiró, me palmeó el brazo y se alejó de mí para volverse hacia su
familia.
—La manada considera que les ayudaría el familiarizarse con nuestros efluvios para
no cometer errores luego. Les sería más fácil si nos quedáramos quietos.
—No faltaría más —contestó Carlisle a Sam—. Lo que necesitéis.
Los lobos emitieron un gañido gutural y fúnebre mientras se incorporaban.
Olvidé la fatiga y abrí unos ojos como platos.
Eclipse
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255
La intensa negrura de la noche empezaba a aclararse. El sol se escondía al otro lado
de las montañas y todavía no alumbraba la línea del horizonte, pero ya iluminaba las
nubes. Y de pronto, gracias a esa luminosidad, fue posible distinguir las formas y el color
de las pelambreras cuando se acercaron los lobos.
Sam iba a la cabeza, por supuesto. Era increíblemente grande y negro como el carbón,
un monstruo surgido de mis pesadillas en su sentido más literal. Después de que le viera a
él y a los demás lobos en el prado, la camada había protagonizado algunos de mis peores
delirios.
Era posible cuadrar aquella enormidad física con sus ojos ahora que podía verlos a
todos, y parecían más de diez. La manada ofrecía un aspecto sobrecogedor.
Vi por el rabillo del ojo a Edward, que no me perdía de vista y evaluaba con atención
mi reacción.
Sam se acercó a la posición de Carlisle, al frente de su familia, con el resto del grupo
pegado a su cola. Jasper se envaró, pero Emmett, que estaba al otro lado de Carlisle,
permanecía sonriente y relajado.
Sam olfateó a Carlisle. Me dio la impresión de que arrugaba el morro al hacerlo.
Luego, se dirigió hacia Jasper.
Recorrí las dos hileras de lobos con la mirada, convencida de poder identificar a los
nuevos miembros de la manada. Había uno de color gris claro, mucho más pequeño que
el resto, que tenía el pelaje del lomo erizado como muestra de disgusto. La pelambrera de
otro era del color de la arena del desierto, tenía aspecto desgarbado y andares torpes en
comparación con los del resto. Gimoteó por lo bajo cuando el avance de Sam le dejó solo
entre Carlisle y Jasper.
Posé los ojos en el lobo que iba detrás del líder. Tenía un pelaje marrón rojizo y era
más grande que los demás, y en comparación, también más peludo. Era casi tan alto
como Sam, el segundo de mayor tamaño del grupo. Su posición era despreocupada, con
un descuido manifiesto, a diferencia del resto, que consideraban aquella experiencia toda
una prueba.
El gran lobo de pelaje rojizo se percató de mi mirada y alzó los ojos para observarme
con sus conocidos ojos negros.
Le devolví la mirada mientras intentaba asumir lo que ya sabía. Noté que mi rostro
dejaba traslucir los sentimientos de fascinación y maravilla.
El hocico de la criatura se abrió, dejando entrever los dientes. Habría sido una
expresión aterradora de no ser por la lengua que colgaba a un lado, esbozando una
sonrisa lobuna.
Solté una risilla.
La sonrisa de Jacob se ensanchó, mostrando sus dientes afilados. Abandonó su lugar
en la fila sin prestar atención a las miradas de la manada y pasó trotando junto a Edward y
Alice para detenerse a poco más de medio metro de mi posición. Permaneció allí quieto y
lanzó una rápida mirada a Edward, que se mantenía inmóvil como una estatua y evaluaba
mi reacción.
Eclipse
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256
La criatura bajó las patas delanteras y agachó la cabeza a fin de que su cara no
estuviera a mayor altura que la mía y poder mirarme a los ojos, sopesando mi respuesta
de un modo muy similar al de Edward.
—¿Jacob? —pregunté, sin aliento.
La réplica fue un sonido sordo y profundo, muy parecido a una risa desvergonzada.
Los dedos me temblaron levemente cuando extendí la mano para tocar el pelaje
marrón de un lado de su cara. Jacob cerró los ojos e inclinó su enorme cabeza en mi
mano. Emitió un zumbido monocorde desde el fondo de la garganta.
La pelambrera era suave y áspera al mismo tiempo, y cálida al tacto. Me picó la
curiosidad y hundí en ella los dedos para saber cómo era la textura, acariciando el cuello
allí donde se oscurecía el color. No reparé en lo mucho que me había acercado hasta que
de pronto, y sin aviso previo, me pasó la lengua por toda la cara, desde la barbilla hasta el
nacimiento del cabello.
—¡Eh, Jacob, bruto! —me quejé al tiempo que retrocedía de un salto y le propinaba un
manotazo, tal y como hubiera hecho si hubiera estado en su forma humana.
Mientras se alejaba, soltó entre dientes un aullido ahogado; se estaba riendo de
nuevo.
Fue en ese momento cuando me percaté de que nos estaban mirando todos, los
licántropos y los vampiros. Los Cullen parecían perplejos y en algunos casos incluso
disgustados. Resultaba difícil descifrar los rostros de los lobos, pero me dio la impresión
de que el de Sam reflejaba descontento.
Y cuestión aparte era Edward, que estaba con los nervios de punta y claramente
decepcionado. Advertí que él había esperado una reacción diferente por mi parte, como
que saliera huyendo o que me pusiera a chillar.
Jacob profirió otra vez esa risa descarada.
El resto de la manada había empezado a retroceder sin perder de vista a los Cullen.
Jacob remoloneó a mi lado mientras observaba cómo se iban sus compañeros, hasta que
los perdimos de vista en las profundidades del bosque. Sólo dos de ellos se rezagaron
junto a los árboles, mirando a Jacob. Adoptaron una postura que irradiaba ansiedad.
Edward suspiró, ignoró a Jacob y se acercó a mí para tomarme de la mano.
—¿Estás lista? —me preguntó.
Antes de que yo pudiera contestar, Edward se volvió hacia Jacob y le habló.
—Todavía no he averiguado todos los detalles —respondió a la pregunta que el lobo le
había formulado en su mente.
Jacob refunfuñó con resentimiento.
—Es más complicado que todo eso —contestó Edward—. No te preocupes, me
encargaré de que esté a salvo.
—¿De qué estáis hablando? —exigí saber.
—Sólo estamos discutiendo sobre estrategias.
Eclipse
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Jacob hizo oscilar su cabeza para mirarnos a Edward y a mí antes de saltar de repente
en dirección al bosque. Mientras corría, veloz como una flecha, me percaté por vez
primera del trozo de tela negra que llevaba en la pata trasera.
—¡Espera! —le llamé a voz en grito.
Extendí una mano para alcanzarle sin pensar, pero él se perdió entre los árboles en
cuestión de segundos seguido por los otros dos lobos.
—¿Por qué se va? —le pregunté, molesta.
—Va a volver —repuso Edward, resignado—. Desea poder hablar por sí mismo.
Observé la linde del bosque por la que había desaparecido el lobo mientras me
apoyaba en el costado de Edward. Estaba al borde del colapso, pero seguí luchando por
mantenerme en pie.
Jacob acudió al trote, pero esta vez no a cuatro patas, sino a dos piernas. Iba con el
pecho desnudo y llevaba la melena enmarañada y alborotada. No vestía más atuendo que
los pantalones cortos de color negro. Corría sobre el suelo helado con los pies descalzos y
ahora acudía solo, aunque sospeché que sus amigos se mantenían ocultos entre los
árboles.
Los Cullen se habían situado en corrillo y hablaban en cuchicheos entre ellos. Aunque
rehuyó a los vampiros, no tardó mucho en cruzar el campo.
—Vale, chupasangres —dijo Jacob cuando se plantó a un metro escaso de nosotros;
era obvio que retomaba la conversación que yo me había perdido—. ¿Por qué es tan
complicado?
—He de sopesar todas las posibilidades —replicó Edward, sin inmutarse—. ¿Qué
ocurre si te atrapan?
Jacob resopló ante esa idea.
—Vale, entonces, ¿por qué no la dejamos a cubierto? De todos modos, Collin y Brady
van a quedarse en retaguardia; estará a salvo con ellos.
Torcí el gesto.
—¿Habláis de mí?
—Sólo quiero saber qué planea hacer contigo durante la lucha —explicó Jacob.
—¿Hacer conmigo?
—No puedes quedarte en Forks, Bella —me explicó Edward con voz apaciguadora—.
Conocen tu paradero. ¿Qué ocurriría si .alguno llegara a escabullirse?
Sentí un retortijón en el estómago y la sangre me huyó del rostro.
—¿Charlie? —dije casi sin aliento.
—Estará con Billy —me aseguró Jacob enseguida—. Si mi padre ha de cometer un
asesinato para conseguir que vaya a la reserva, lo hará. Probablemente, no tendrá que
llegar a eso. Será el sábado, ¿no? Hay partido.
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—¿Este sábado? —pregunté mientras la cabeza me daba vueltas. Me hallaba
demasiado aturdida para controlar mis pensamientos desbocados. Miré a Edward y le
dediqué un mohín—. ¡Mierda! Acabas de perderte tu regalo de graduación.
El se rió.
—Lo que vale es la intención —me recordó—. Puedes darle las entradas a quien
quieras.
Enseguida se me ocurrió la solución.
—Angela y Ben —decidí de inmediato—. De ese modo, al menos estarán fuera del
pueblo.
Edward me acarició la mejilla.
—No puedes evacuar a todos —repuso con voz gentil—. Ocultarte es una simple
precaución, te lo aseguro. Ahora ya no tenemos problema. No son suficientes para
mantenernos ocupados.
—¿Y qué ocurre con el plan de protegerla en La Push? —le interrumpió Jacob con
impaciencia.
—Ha ido y venido de allí demasiadas veces —explicó Edward—. El lugar está lleno de
su rastro. Mi hermana sólo ha visto venir de caza a neófitos muy recientes, pero alguien
más experimentado ha tenido que crearlos. Todo esto podría ser una maniobra de
distracción por parte de quienquiera que sea, él... —Edward hizo una pausa para
mirarme— o ella. Y aunque Alice lo verá si decide venir a echar un vistazo por sí mismo,
quizás en ese momento estemos demasiado ocupados. No puedo dejarla en ningún lugar
que haya frecuentado. Ha de ser difícil de localizar, aunque sólo sea por si acaso. La
posibilidad es remota, pero no voy a correr riesgos.
No aparté los ojos de Edward mientras se explicaba. Fruncí el ceño cada vez más. Me
dio unas palmadas en el brazo.
—Me estoy pasando de precavido —me prometió.
Jacob señaló al fondo del bosque, al este de nuestra posición, a la vasta extensión de
las montañas Olympic.
—Bueno, ocúltala ahí —sugirió—. Hay un millón de escondrijos posibles y cualquiera
de nosotros puede acudir en cuestión de minutos si fuera necesario.
Edward negó con la cabeza.
—El aroma de Bella es demasiado fuerte y el de nosotros dos juntos deja una pista
inconfundible, y sería así incluso aunque yo la llevara en volandas. Nuestro rastro ya
destaca entre los demás efluvios, y en conjunción con el de Bella, siempre llamaría la
atención de los neófitos. No estamos seguros del camino exacto que van a seguir, ya que
ni ellos mismos lo saben aún. Si hallan su olor antes de que nos encontremos con ellos...
Ambos hicieron una mueca de disgusto y fruncieron el ceño al mismo tiempo.
—Ya ves las dificultades.
—Tiene que haber una forma eficaz —murmuró Jacob, que apretó los labios mientras
contemplaba el bosque.