Necesidades
No llegué muy lejos antes de darme cuenta de que la conducción se había convertido
en algo imposible.
Cuando ya no podía ver más, dejé que las ruedas se deslizaran sobre el arcén lleno de
baches y reduje la velocidad hasta detenerme. Me derrumbé sobre el asiento y me dejé
dominar por la debilidad que había controlado en la habitación de Jacob. Había sido peor
de lo que pensaba y tan fuerte que me tomó por sorpresa. Y sí, había hecho bien en
ocultárselo a Jacob. Nadie debía saber esto jamás.
Pero no estuve sola durante mucho tiempo, sólo el necesario para que Alice me
descubriera allí y los pocos minutos que tardó él en llegar. La puerta chirrió al abrirse y
Edward me abrazó con fuerza.
Al principio fue peor, porque había una pequeña parte en mí, muy pequeña, pero que
iba creciendo y enfadándose a cada minuto y gritando por todo mi ser, que demandaba
unos brazos distintos. Y esto fue una nueva fuente de culpa que sirvió para condimentar
mi pena.
El no dijo nada y me dejó sollozar hasta que empecé a barbotar el nombre de Charlie.
—¿Estás preparada para volver a casa? ¿De veras? —me preguntó, dudoso.
Me las arreglé para convencerle, después de varios intentos, de que no me iba a sentir
mejor a corto plazo. Necesitaba llegar a casa de Charlie antes de que se hiciera tan tarde
como para que telefoneara a Billy.
Así que me llevó a casa, por una vez sin llegar al máximo de velocidad de mi coche,
manteniendo el brazo firmemente apretado a mi alrededor. Intenté recobrar el control a lo
largo de todo el camino. Pareció un esfuerzo inútil al principio, pero no me di por vencida.
Me dije que era cuestión de unos pocos segundos -el tiempo justo para dar unas cuantas
excusas o inventar unas cuantas mentiras- y entonces podría derrumbarme otra vez.
Tenía que ser capaz de lograr al menos eso. Busqué a duras penas por todo mi cerebro,
un desesperado intento de encontrar una reserva de fuerza en alguna parte.
Al final, hallé la suficiente para apagar los sollozos, o disminuir su fuerza al menos,
aunque no pudiera acabar con ellos del todo. Las lágrimas no hubo forma. No había
ninguna triquiñuela por ninguna parte capaz de ayudarme a controlarlas de ningún modo.
—Espérame arriba —murmuré cuando llegamos a la puerta de la casa.
Me abrazó con más fuerza aún durante un minuto y se marchó.
Una vez dentro, me dirigí en línea recta hacia las escaleras.
—¿Bella? —me llamó Charlie, desde su lugar habitual en el sofá, cuando pasé de
largo.
Me volví para mirarle sin hablar. Se le salieron los ojos de las órbitas y se puso en pie
de un salto.
—¿Qué ha pasado? ¿Está Jacob...? —inquirió.
Sacudí la cabeza con furia mientras intentaba hallar la voz.
Eclipse
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388
—Está bien, está bien —le prometí, en un tono bajo y hosco. Y en realidad, Jacob
estaba bien físicamente, que era todo lo que de verdad le preocupaba a Charlie.
—Pero ¿qué ha pasado? —me agarró por los hombros, con los ojos aún dilatados y
llenos de angustia—. ¿Qué es lo que te ha pasado a ti?
Debía de tener un aspecto mucho peor de lo que imaginaba.
—Nada, papá. He... tenido que hablar con Jacob sobre... algunas cosas un poco
difíciles. Estoy bien.
Su ansiedad se calmó y fue sustituida por la desaprobación.
—¿Y éste era realmente el mejor momento? —me preguntó.
—Es probable que no, papá, pero no me ha dejado otra alternativa, simplemente había
llegado el momento de tener que elegir... Algunas veces no hay forma de llegar a un punto
intermedio.
Sacudió la cabeza con lentitud.
—¿Cómo se lo ha tomado? —no le contesté. Me miró a la cara durante un minuto y
después asintió. Seguro que ésa era respuesta suficiente—. Espero que no hayas sido un
inconveniente para su recuperación.
—Se cura rápido —mascullé.
Charlie suspiró.
Sentí cómo iba perdiendo el control.
—Estaré en mi cuarto —le dije, sacudiendo los hombros para desprenderme de sus
manos.
—Vale —admitió Charlie. Se daba cuenta de cómo subía el nivel de las aguas. Nada le
asustaba más que las lágrimas.
Hice todo el camino hasta mi habitación a ciegas y dando tumbos.
Una vez en el interior, luché con el cierre del cabestrillo, intentando soltarlo con los
dedos temblorosos.
—No, Bella —susurró Edward mientras me cogía las manos—. Esto es parte de quien
eres.
Me empujó dentro de la cuna de sus brazos cuando los sollozos se liberaron de nuevo.
Ese día, que se me había hecho el más largo de mi vida, no hacía más que estirarse y
volverse a estirar y me preguntaba si alguna vez se acabaría.
Pero, aunque la noche, implacable, se me hizo larguísima también, no fue la peor de
mi vida. Me consolé pensando en eso, y además... no estaba sola. Y también encontraba
muchísimo consuelo en ello.
Los estallidos emocionales aterraban a mi padre. El pánico le mantuvo alejado de mi
habitación y le coartó su deseo de ver cómo estaba, aunque no paré quieta y él,
probablemente, no durmió mucho más que yo.
Eclipse
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389
De una manera insoportable, esa noche vi con total claridad las cosas en perspectiva.
Pude darme cuenta de todos los errores que había cometido y todos los detalles del daño
infligido, tanto los grandes como los pequeños. Cada pena que le había causado a Jacob,
cada herida de las que había ocasionado a Edward, se apilaban en nítidos montones que
no podía ignorar ni negar.
Y me di cuenta de que había estado equivocada todo el tiempo sobre los imanes. No
era a Edward y a Jacob a los que había tratado de reunir, sino que eran aquellas dos
partes de mí misma, la Bella de Edward y la de Jacob, pero juntas no podían coexistir y
nunca debería haberlo intentado.
Con eso, sólo había conseguido causar mucho daño.
En algún momento de la noche recordé la promesa que me había hecho aquella
mañana temprano, la de que nunca permitiría que Edward me volviera a ver derramar una
lágrima más por Jacob Black. El pensamiento me provocó un ataque de histeria que
asustó a Edward mucho más que los sollozos, pero pasó también, como lo demás, y todo
siguió su curso.
Edward habló muy poco; se limitó a abrazarse a mí en la cama y me dejó que le
estropeara la camiseta con mis lágrimas.
Necesité más lágrimas y más tiempo del que pensaba para purgar esta pequeña
ruptura en mi interior. A pesar de todo, sucedió que al final estaba lo suficientemente
exhausta como para quedarme dormida. La inconsciencia no supuso el total alivio del
dolor, sólo un torpe descanso parecido al sopor, como si fuera una medicina que lo hizo
más soportable; pero las cosas quedaron como estaban, y seguí siendo consciente de
ellas, incluso dormida, aunque me ayudó a hacerme a la idea de lo que necesitaba hacer.
La mañana trajo con ella, si no una visión más alegre, al menos un cierto control, y un
poco de resignación. De forma instintiva, comprendí que esta nueva desgarradura en mi
corazón me dolería siempre, convirtiéndose ahora en parte de mí misma. El tiempo lo
curaría todo, o al menos eso es lo que la gente suele decir, pero a mí no me preocupaba si
el tiempo me curaba o no. Lo que importaba era que Jacob se recuperara y volviera a ser
feliz.
No sentí ningún tipo de desorientación cuando me desperté. Abrí los ojos, secos por
fin, y me topé con la mirada de Edward, llena de ansiedad.
—Hola —le dije. Tenía la voz ronca, así que me aclaré la garganta. El no contestó. Me
observó, esperando que comenzara de nuevo—. No, estoy bien —le aseguré—. No voy a
empezar otra vez —entrecerró los ojos ante mi afirmación—. Siento que hayas tenido que
presenciar esto —comenté—. No me parece justo para ti.
Puso las manos a cada lado de mi rostro.
—Bella, ¿estás segura de haber efectuado la elección correcta? Nunca te he visto
sufrir tanto... —se le quebró la voz en la última palabra.
Pero sí que había conocido una pena mayor.
Le toqué los labios.
—Sí.
Eclipse
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—No sé... —arrugó el entrecejo—. Si te duele tanto, ¿cómo puede ser esto lo mejor
para ti?
—Edward, tengo claro sin quién no puedo vivir.
—Pero...
Sacudí la cabeza.
—No lo entiendes. Puede que tú seas lo suficientemente valiente o fuerte para vivir sin
mí, si eso fuera lo mejor, pero yo nunca podría hacer ese sacrificio. Tengo que estar
contigo. Es la única manera en que puedo seguir viviendo.
Aún parecía poco convencido. No debería haberle dejado quedarse conmigo la noche
anterior, pero le necesitaba tanto...
—Acércame ese libro, ¿quieres? —le pedí, señalando por encima de su hombro.
Frunció las cejas, confundido, pero me lo dio con rapidez.
—¿Otra vez el mismo? —preguntó.
—Sólo quería encontrar esa parte que recordaba... para ver con qué palabras lo
expresa ella... —pasé las páginas deprisa, y encontré con facilidad la que buscaba. Había
doblado la esquina superior, ya que eran muchas las veces que había repetido su
lectura—. Cathy es un monstruo, pero hay algunas cosas en las que tiene razón
—murmuré, y leí las líneas en voz queda, en buena parte para mis adentros—. «Si todo
pereciera y é se salvara, yo podrí seguir existiendo; y si todo lo demá permaneciera y é
fuera aniquilado, el universo entero se convertirí en un desconocido totalmente extrañ
para mí» —sentí otra vez para mímisma— Comprendo a la perfecció lo que ella
quiere decir, y tambié sésin la compañí de quié no puedo vivir.
Edward me arrebatóel libro de las manos y lo lanzólimpiamente a travé de la
habitació, aterrizando con un suave golpe sordo sobre mi escritorio. Enrollólos brazos
alrededor de mi cintura.
Una pequeñ sonrisa iluminósu rostro perfecto, aunque la preocupació aú se
notaba en la frente.
—eathcliff tambié tiene sus aciertos —omentó É no necesitaba el libro para
saberse el texto a la perfecció, me estrechómá aú entre sus brazos y me susurróal
oío— «¡o puedo vivir sin mi vida! ¡o puedo vivir sin mi alma!».
—í—e contestéen voz baja— Ée es el tema.
—ella, no puedo soportar que te sientas tan mal. Quizá..
—o, Edward. He convertido todo en un autético lí y voy a tener que vivir con ello,
pero ya sélo que quiero y lo que necesito... y lo que voy a hacer ahora.
—¿ quées lo que vamos a hacer ahora?
Sonreíun poco ante su correcció y despué suspiré
—amos a ver a Alice.
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Alice estaba sentada en el primer escalón del porche, demasiado nerviosa para
esperarnos dentro. Parecía a punto de comenzar un baile de celebración, y estaba muy
excitada con las noticias que sabía que habíamos ido allí a comunicarle.
—¡Gracias, Bella! —gritó en cuanto bajamos del coche.
—Tranquila, Alice —le advertí, levantando una mano para contener su júbilo—. Te voy
a poner unas cuantas condiciones.
—Ya lo sé, ya lo sé, ya lo sé. Tengo hasta el trece de agosto como fecha máxima,
tienes poder de veto en la lista de invitados y no puedo pasarme en nada o no volverás a
hablarme jamás.
—Oh, vale. Está bien. Entonces, ya tienes claras las reglas.
—No te preocupes, Bella, todo será perfecto. ¿Quieres ver tu vestido?
Tuve que respirar varias veces seguidas. Cualquier cosa que la haga feliz, me dije a
mí misma.
—Seguro.
La sonrisa de Alice estaba llena de suficiencia.
—Esto, Alice —comenté, intentando mostrar un tono de voz natural, sereno—,
¿cuándo me conseguiste el vestido?
Seguramente no valió mucho como actuación. Edward me apretó la mano.
Alice encabezó la marcha hacia el interior, subiendo las escaleras.
—Estas cosas requieren su tiempo, Bella —-explicó, aunque su tono era algo...
evasivo—. Quiero decir que no estaba segura de que las cosas fueran a tomar este
rumbo, pero había una clara posibilidad...
—¿Cuándo? —volví a preguntarle.
—Perrine Bruyere tiene lista de espera, ya sabes —me contestó ya a la defensiva—.
Las obras maestras artesanales no se hacen del día a la noche. Si no lo hubiera pensado
con antelación, ¡llevarías puesta cualquier cosa!
No parecía que fuera capaz de dar una réplica en condiciones, ni siquiera por una vez.
—Per... ¿quién?
—No es un diseñador de los importantes, Bella, así que no es necesario que pilles una
rabieta, pero él me prometió que lo haría y está especializado en lo que necesito.
—No estoy cogiendo una rabieta.
—No, tienes razón —miró con suspicacia mi rostro en calma. Así que mientras entraba
en su habitación, se volvió hacia Edward—. Tú... fuera.
—¿Por qué? —le pregunté.
—Bella —gruñó—. Ya conoces las reglas. Se supone que él no puede ver el vestido
hasta el día del evento.
Volví a respirar hondo.
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—A mí eso no me importa, y sabes que ya lo ha visto en tu mente, pero si así es como
lo quieres...
Empujó a Edward hacia la puerta. El ni siquiera le dedicó una mirada, ya que no me
perdía a mí de vista, receloso, preocupado por dejarme sola. Yo asentí, esperando que mi
expresión fuera lo bastante tranquila como para insuflarle seguridad.
Alice le cerró la puerta en las narices.
—¡Estupendo! —murmuró—. Vamos.
Me cogió de la muñeca y me arrastró hasta su armario, mayor que todo mi dormitorio,
y después tiró de mí hasta la esquina más lejana, donde una gran bolsa blanca para ropa
ocupaba ella sola todo un perchero.
Abrió la cremallera de la bolsa con un solo movimiento y después la retiró con cuidado
de la percha. Dio un paso hacia atrás, alargando un brazo hacia ella como si fuera la
presentadora de un programa concurso.
—¿Y bien? —me preguntó casi sin aliento.
Yo lo admiré durante un buen rato para hacerla rabiar un poco. Su expresión se volvió
preocupada.
—Ah —comenté, y sonreí, dejando que se relajase—. Ya veo.
—¿Qué te parece? —me exigió.
Era otra vez como mi visión de Ana de las Tejas Verdes.
—Es perfecto, claro. El más apropiado. Eres un genio.
Ella sonrió abiertamente.
—Ya lo sé.
—¿Mil novecientos dieciocho? —intenté adivinar.
—Más o menos —admitió ella, asintiendo—. En parte es diseño mío, la cola, el velo...
—acarició el satén blanco mientras hablaba—. El encaje es de época, ¿te gusta?
—Es precioso. A él le va a gustar mucho.
—¿Y a ti también te parece bien? —insistió ella.
—Sí, Alice, eso creo. Me parece que es justo lo que necesito. Y sé que harás un
magnífico trabajo con todo, pero si pudieras controlarte un poquito...
Sonrió encantada.
—¿Puedo ver tu vestido? —le pregunté.
Ella parpadeó, con el rostro blanco.
—¿No pediste tu traje al mismo tiempo? No quiero que mi dama de honor lleve puesto
un trapajo cualquiera —hice como si me estremeciera de espanto.
Enlazó sus brazos en torno a mi cintura.
—¡Gracias, Bella!
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—¿Cómo no has podido ver lo que se nos venía? —bromeé, besando su pelo
erizado—. ¡Pero qué clase de psíquica eres tú!
Alice se retiró bailoteando, y su rostro se iluminó con entusiasmo renovado.
—¡Tengo tanto que hacer! Vete a jugar con Edward. He de ponerme a trabajar.
Salió disparada fuera de la habitación y gritó «¡¡sme!!» antes de desaparecer.
Yo la seguía mi propio paso. Edward estaba esperádome en el vestíulo, apoyado
contra la pared revestida con paneles de madera.
—so ha estado muy bien, pero que muy bien por tu parte —e felicitó
—lla parece feliz —dmití
Me tocóla cara; tení los ojos muy sombrís, ya que habí pasado mucho tiempo
desde que me dejó y escrutaron mi rostro minuciosamente.
—algamos de aquí—ugirióde súito— Vamonos a nuestro prado.
La idea sonaba bastante atractiva.
—spero no tener que esconderme má, ¿ sí
—o. El peligro lo dejamos aquí
Mientras corrí, mantuvo una expresió serena, pensativa. El viento me azotaba la
cara, má cáido ahora que la tormenta habí pasado del todo. Las nubes cubrín el cielo,
segú su costumbre habitual.
Ese dí, el prado tení un aspecto pacíico, el de un lugar feliz. Matojos de margaritas
punteaban la hierba con una explosió de blanco y amarillo. Me tumbé sin hacer caso a la
ligera humedad del suelo y estuve intentando reconocer formas en las nubes. Parecín
demasiado lisas, demasiado suaves. Sin figuras, sóo una manta suave y gris.
Edward se echóa mi lado y me cogióla mano.
—¿l trece de agosto? —e preguntóde forma casual despué de un rato de silencio
apacible.
—so es un mes antes de mi cumpleañs. No quiero que estémuy cerca.
É suspiró
—énicamente, Esme es tres añs mayor que Carlisle. ¿o sabís? —acudíla
cabeza— Y eso no ha supuesto ninguna diferencia entre ellos.
Mi voz sonóserena, un contrapunto a su ansiedad.
—a edad no es lo que de verdad importa. Edward, estoy preparada. He escogido la
vida que deseo y ahora quiero empezar a vivirla.
Me revolvióel pelo.
—¿ el veto a la lista de invitados?
—a verdad es que no me importa, pero yo... —udé ya que no querí extenderme en
la explicació, aunque era mejor terminar de una vez— No estoy segura de si Alice se va
a sentir en la obligació de invitar a unos cuantos licátropos. No sési... a Jake le darí
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por... por querer venir. Bien por pensar que sería lo correcto, o porque creyera que heriría
mis sentimientos de no hacerlo. El no tiene por qué pasar por esto.
Edward se quedó quieto durante un minuto. Fijé la mirada en las puntas de las copas
de los árboles, casi negras contra el gris claro del cielo.
De repente, Edward me cogió de la cintura y me colocó sobre su pecho.
—Dime por qué estás haciendo esto, Bella. ¿Por qué has decidido ahora darle carta
blanca a Alice?
Le repetí la conversación que había tenido con Charlie la pasada noche, antes de ir a
ver a Jacob.
—No sería correcto mantener a Charlie al margen de la boda —concluí—, y eso
incluye a Renée y Phil. Por otro lado, también quería hacer feliz a Alice. Quizá haría que
todo fuera más fácil para Charlie si pudiera despedirme de él de una forma apropiada.
Incluso aunque piense que es demasiado pronto, no quiero escatimarle la oportunidad de
acompañarme «en el pasillo de la iglesia» —ice una mueca ante las palabras y despué
inhaléun gran trago de aire— Al menos, papá mamáy mis amigos conocerá el aspecto
mejor de mi elecció, lo máimo que puedo compartir con ellos. Sabrá que te he
escogido a ti y sabrá que estamos juntos. Sabrá tambié que soy feliz, estédonde esté
Creo que es lo mejor que puedo hacer por ellos.
Edward me sujetóel rostro entre sus manos, observádolo atentamente durante un
buen rato.
—o hay trato —omentóde forma abrupta.
—¿ué —adeé— ¿e está echando atrá? ¡o!
—o me estoy echando atrá, Bella. Mantendrémi lado del acuerdo, pero quiero
librarte del atolladero. Haz lo que quieras, sin sentirte atada por nada.
—¿or qué
—ella, ya veo lo que está haciendo. Está intentando hacer que todo el mundo sea
feliz y no quiero que andes preocupada por los sentimientos de los demá. Necesito que túseas feliz. No te inquietes por Alice, ya me ocuparéyo de eso. Te prometo que no te harásentir culpable.
—ero yo...
—o. Vamos a hacer esto a tu manera. A la mí no ha funcionado. Te he llamado
cabezota, pero mira cóo me he comportado yo. Me he apegado con una obstinació
verdaderamente idiota a lo que consideraba mejor para ti, y sóo he conseguido herirte.
Herirte muy hondo una y otra vez. Ya no confiarémá en mí Séfeliz a tu manera, ya que
yo siempre lo hago mal. Eso es lo que hay —ambióde posició debajo de mí cuadrando
los hombros— Vamos a hacer esto a tu manera, Bella. Esta noche. Hoy. Cuanto antes
mejor. Hablarécon Carlisle. He estado pensando que quizási te damos suficiente morfina
no lo pasará tan mal. Merece la pena intentarlo —pretólos dientes.
—dward, no...
Me puso un dedo en los labios para cerrarlos.
—o te preocupes, Bella, mi amor. No he olvidado el resto de tus peticiones.
Eclipse
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Introdujo las manos en mi pelo y sus labios se movieron de modo lento, pero
concienzudo, contra los míos, antes de que me diera cuenta de a qué se estaba refiriendo.
De lo que estaba haciendo.
No me quedaba mucho tiempo para reaccionar. Si esperaba un poco, no sería capaz
de recordar por qué tenía que detenerle. Ya empezaba a no poder respirar bien. Aferré
sus brazos con las manos, apretándome más contra él, mi boca pegada a la suya,
contestando de este modo a cualquier pregunta inexpresada por su parte.
Intenté aclararme la mente, para encontrar un modo de hablar.
Se dio la vuelta lentamente, presionándome contra la hierba fría.
¡Oh, vamos, qué importa!, se alegraba mi parte menos noble. Tenía la mente llena de
la dulzura de su aliento.
No, no, no, discutía en mi interior. Sacudí la cabeza y su boca se deslizó hasta mi
cuello, dándome una oportunidad para recobrar la respiración.
—Para, Edward. Detente —mi voz era tan débil como mi voluntad.
—¿Por qué? —susurró en el hueco de mi garganta.
Intenté imprimir algún tipo de resolución en mi tono.
—No quiero que hagamos esto ahora.
—¿Ah, no? —preguntó, con una sonrisa transparentándose en su voz. Puso sus labios
otra vez sobre los míos y se me hizo imposible volver a hablar. El fuego corría por mis
venas, quemándome donde mi piel tocaba la suya.
Me obligué a concentrarme. Me costó un esfuerzo enorme el simple hecho de liberar
mis manos de su pelo, y trasladarlas a su pecho, pero lo hice. Y después le empujé, en un
intento de apartarle. No podría haberlo conseguido sola, pero él respondió como sabía que
haría.
Se irguió unos centímetros para mirarme y sus ojos no ayudaron en nada a respaldar
mi resolución, ardiendo de pasión con un fuego negro.
—¿Por qué? —me preguntó otra vez, su voz baja y ronca—. Te amo. Te deseo. Justo
ahora.
Las mariposas de mi estómago me inundaron la garganta, y él se aprovechó de mi
incapacidad para hablar.
—Espera, espera —intenté musitar entre sus labios.
—No será por mí —murmuró despechado.
—¿Por favor? —jadeé.
Él gruñó y se apartó dejándose caer sobre su espalda de nuevo.
Nos quedamos allí echados durante un minuto, intentando frenar el ritmo de nuestras
respiraciones.
—Dime por qué no ahora, Bella —exigió él—. Y será mejor que no tenga nada que ver
conmigo.
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Todo en mi mundo tenía que ver con él. Vaya tontería esperar lo contrario.
—Edward, esto es muy importante para mí. Y quiero hacerlo bien.
—¿Y cuál es tu definición de «bien»?
—a mí.
Se dio la vuelta apoyádose en el codo y me mirófijamente, con una expresió de
desaprobació.
—¿ cóo piensas hacer esto bien?
Inspiréen profundidad.
—e forma responsable. Todo a su tiempo. No voy a dejar a Charlie y a René sin lo
mejor que les pueda ofrecer. No voy a privar a Alice de su diversió, si de todas formas
me voy a casar. Y me ataréa ti de todas las formas humanas que haya antes de pedirte
que me hagas inmortal. Quiero cumplir todas las reglas, Edward. Tu alma para míes muy
importante, demasiado importante para tomámela a la ligera. Y no me vas a hacer
cambiar de opinió en esto.
—e apuesto a que sípodrí —urmuró con los ojos llenos de fuego.
—ero no lo hará —e repliqué intentando mantener mi voz bajo control— No si
sabes que esto es lo que quiero de verdad.
—so no es jugar limpio —e acusó
Le sonreíabiertamente.
—unca dije que lo harí.
É me devolvióla sonrisa, con una cierta nostalgia.
—i cambias de idea...
—erá el primero en saberlo —e prometí
Las nubes empezaron a dejar caer la lluvia justo en ese momento, unas cuantas gotas
dispersas que sonaron con suaves golpes sordos cuando se estrellaron contra la hierba.
Fulminéal cielo con la mirada.
—e llevaréa casa —e limpiólas pequeñs gotitas de agua de las mejillas.
—a lluvia no es el problema —efunfuñé— Esto sóo quiere decir que es el momento
de hacer algo que va a ser muy desagradable e incluso peligroso de verdad —os ojos se
le dilataron alarmados— Es estupendo que esté hecho a prueba de balas —uspiré—
Voy a necesitar ese anillo. Ha llegado la hora de decíselo a Charlie.
Se rióante la expresió dibujada en mi rostro.
—eligroso de verdad —dmitió Se rióotra vez y luego rebuscóen el bolsillo de sus
vaqueros— Pero al menos no hay necesidad de hacer una excursió.
Otra vez deslizóel anillo en su lugar, en el tercer dedo de mi mano izquierda.
Donde probablemente estarí... durante toda la eternidad.
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Epílogo
Elección
Jacob Black
—Jacob, ¿cuánto crees que te va a llevar esto? —inquirió Leah, impaciente, quejosa.
Apreté los dientes con fuerza.
Como todo el mundo en la manada, Leah se sabía la historia al completo. Conocía la
razón por la que había venido aquí, al fin del mundo, de la tierra, el cielo y el mar. Para
estar solo. Y ella sabía que eso era lo que yo quería. Simplemente estar solo.
Pero Leah me iba a obligar a soportar su compañía, como fuera.
Aunque estaba de lo más enfadado, me sentí lleno de autocomplacencia durante un
buen rato. Ya no tenía que pensar siquiera en controlar mi temperamento. Ahora era fácil,
algo que me salía porque sí, con naturalidad. Ya no lo veía todo rojo ni sentía esa
explosión de calor bajándome por la columna. Por eso le contesté con voz calmada.
—Tírate por el acantilado, Leah —y señalé el precipicio que se extendía a mis pies.
—Seguro, chaval —ella me ignoró y se despatarró en el suelo a mi lado—. No tienes ni
idea de lo duro que me resulta esto.
—¿A ti? —necesité casi un minuto para aceptar que lo decía en serio—. Debes de ser
la persona más ególatra del mundo, Leah. Odio tener que hacer pedazos ese mundo de
ilusiones en el que vives, ese en el que el sol órbita alrededor del sitio donde estás, así
que no te voy a contar lo poco que me preocupa tu problema. Pírate. Lejos.
—Sólo míralo desde mi punto de vista por un minuto, ¿vale? —continuó, como si no le
hubiera dicho nada.
Si lo estaba haciendo para cambiarme el estado de ánimo, funcionaba. Empecé a reír,
aunque el sonido se volvió extrañamente doloroso.
—Frena esas risotadas y presta atención —me interrumpió con brusquedad.
—Si finjo que te escucho, ¿te largarás? —pregunté, echando una ojeada a su
permanente cara de pocos amigos. No estaba seguro de haberle visto alguna vez otra
expresión.
Recordé cuando solía pensar que Leah era guapa, incluso hermosa. De eso hacía ya
mucho tiempo. Ahora, nadie pensaba en ella de esa manera, excepto Sam. Él nunca se
perdonaría a sí mismo, como si fuera culpa suya que se hubiera convertido en esa arpía
avinagrada.
Su ceño se cerró más aún, como si adivinara lo que estaba pensando. Probablemente
era así.
—Esto me está poniendo enferma, Jacob. ¿Es que no te puedes imaginar por lo que
estoy teniendo que pasar? Ni siquiera me gusta Bella Swan. Y me has tenido
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lamentándome por esta amante de sanguijuelas como si yo también estuviera enamorada
de ella. ¿No te das cuenta de que es algo que me hace sentir muy confusa? ¡Anoche soñé
que la besaba! ¡Qué demonios se supone que he de hacer con eso!
—¿Tiene que importarme?
—¡No puedo soportar más el estar en tu cabeza! ¡Termina con esto de una vez! Ella
se va a casar con esa «cosa». ¡a a intentar convertirse en uno de ellos! Ya es hora de
que te des cuenta, chaval.
—¡álate! —ugí
Devolverle el golpe serí una equivocació. Eso lo sabí y por ello me mordí la
lengua, pero lo lamentarí de veras si no se marchaba. Ahora.
—n cualquier caso, probablemente é la matará—bservóLeah, con aire
despectivo— Todas las historias insisten en que suele ocurrir. Quizá un funeral serí
mejor final para esta historia que una boda. Ja.
Esta vez reaccioné Cerrélos ojos y luchécontra el sabor cáido en mi lengua. Empujéy empujécontra el fuego que bajaba por mi espalda en un esfuerzo por mantener mi forma
humana, mientras mi cuerpo intentaba justo lo contrario.
La fulminécon la mirada cuando conseguícontrolarme de nuevo. Ella me miraba las
manos mientras los temblores se iban apagando. Sonriente.
A saber dóde le verí el chiste.
—i te agobia la confusió de sexos, Leah... —omenté con lentitud, enfatizando
cada palabra— ¿óo crees que lo llevamos los demá mirando a Sam a travé de tus
ojos? Ya es lo bastante malo que Emily tenga que soportar tu fijació. Tampoco ella
necesita que los chicos andemos jadeando detrá de é.
Cabreado como estaba, sin embargo, sentíuna cierta culpabilidad cuando observéel
espasmo de dolor que cruzósu rostro.
Saltósobre sus pies, parádose lo justo para escupir en mi direcció y corrióhacia los
áboles, vibrando como un diapasó.
Me echéa reí de forma sombrí.
—e lo dije.
Sam me iba a liar una buena por esto, pero merecí la pena. Leah ya no me
molestarí má. Y repetirí el corte si se me presentaba la oportunidad.
Porque sus palabras se habín quedado conmigo, grabadas en mi cerebro, y
haciédome sufrir tanto que apenas podí respirar.
No me importaba demasiado que Bella hubiera escogido a otro. Esta agoní no tení
nada que ver con eso. Podí vivir con ese dolor por el resto de mi estúida vida, forzada a
ser demasiado larga.
Lo que síme importaba era que lo iba a abandonar todo, que iba a dejar que su
corazó se parase y su piel se helara y que su mente se retorciera para cristalizarse en la
cabeza de un predador. Un monstruo. Un extrañ.
Eclipse
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400
Había pensado que no había nada peor que eso, nada más doloroso en todo el
mundo.
Pero, si él la mataba...
Otra vez tuve que combatir la ira que me inundaba. Quizá, si no fuera por Leah, habría
estado bien dejar que el calor me transformara en una criatura capaz de lidiar mejor con
esto. Una criatura con instintos mucho más fuertes que las emociones humanas. Un
animal que no sentiría la pena del mismo modo. Un dolor diferente. Al menos, habría algo
de variedad, pero Leah estaba corriendo ahora y yo no quería compartir sus
pensamientos. La maldije entre dientes por cerrarme también esa vía de escape.
Me temblaban las manos a pesar de mis esfuerzos. ¿Qué era lo que las hacía
temblar? ¿La ira? ¿La agonía? No estaba seguro de contra qué estaba luchando ahora.
Tenía que creer que Bella sobreviviría, pero eso requería confianza, una confianza que
yo no deseaba sentir, confianza en la habilidad del chupasangres para mantenerla con
vida.
Ella se convertiría en alguien distinto y me preguntaba cómo me afectaría eso.
¿Sentiría lo mismo que si muriera, cuando la viera allí, erguida como una piedra? ¿Como
un trozo de hielo? ¿Y qué ocurriría cuando su olor me quemara la nariz y disparara mi
instinto de romper y destruir...? ¿Cómo sería eso? ¿Querría matarla? ¿Podría llegar a
desear no matar a uno de ellos?
Observé cómo las olas rodaban hacia la playa y desaparecían de mi vista bajo el
borde del acantilado, pero allí las escuchaba batir contra la arena. Seguí contemplándolas
hasta tarde, hasta mucho después del anochecer.
Seguro que sería mala idea volver a casa, pero tenía hambre y no se me ocurría
ningún otro plan.
Puse mala cara cuando volví a ponerme el cabestrillo y agarré las muletas. Ojalá
Charlie no me hubiera visto aquel día y difundido la historia de mi «accidente de moto».
Estúidos accesorios. Los odiaba.
El apetito empezóa parecerme estupendo en el momento en que entréen la casa y le
echéuna ojeada al rostro de mi padre. Algo le rondaba la cabeza. Lo tuve claro
enseguida, ya que sobreactuaba, moviédose con una naturalidad excesiva.
Tambié se puso a hablar por los codos y estuvo charloteando sobre el dí antes de
que pudiera llegar a la mesa. Nunca parloteaba de este modo salvo que hubiera algo que
no quisiera decir. Lo ignorétodo lo que pude, concentrádome en la comida. Cuanto má
ráido me lo tragara todo...
—..y Sue se ha dejado caer hoy por aquí—u voz sonaba alta, difíil de ignorar,
como de costumbre— Es extraordinaria, esa mujer es má dura que los osos pardos. De
todos modos, no sécóo consigue apañrse con la chica que tiene. La pobre, ya hubiera
tenido lo suyo con un simple lobo, pero es que Leah ademá, come como una loba.
Se rióde su propio chiste.
Esperóun buen rato a ver si yo respondí, pero no pareciódarse cuenta de mi
expresió indiferente, de mortal aburrimiento. La mayorí de los dís esto le molestaba.
Querí que se callase ya respecto a Leah, estaba intentando no pensar en ella.
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—Seth es mucho más fácil de llevar. Claro, tú también resultabas mucho más sencillo
que tus hermanas, hasta que... bueno, tú tienes que vértelas con algo más que ellas.
Suspiré, un suspiro largo y profundo y miré hacia la ventana.
Billy se quedó callado durante un segundo que se me hizo un poco largo.
—Hoy hemos tenido carta.
Seguramente éste era el tema que había estado evitando hasta el momento.
—¿Una carta?
—Una... invitación de boda.
Se me contrajeron todos los músculos del cuerpo y una pizca de calor me bajó por la
espalda. Me aferré a la mesa para mantener las manos quietas.
Billy continuó como si no se hubiera dado cuenta.
—Hay una nota dentro que está dirigida a ti. No la he leído.
Sacó un grueso sobre de color marfil de donde lo tenía guardado, entre la pierna y el
brazo de su silla de ruedas. Lo dejó en la mesa entre ambos.
—A lo mejor no deberías leerlo. En realidad, no importa lo que diga.
Estúpida psicología de pacotilla. Cogí el sobre de la mesa.
Era un papel grueso, rígido. Caro. Demasiado pijo para Forks. La tarjeta que iba
dentro era demasiado prolija y formal. Bella no había intervenido en eso. No había ningún
rastro de su gusto en las hojas de papel transparente, como pétalos impresos. Apostaría
incluso a que a ella ni siquiera le gustaba. No leí las palabras, ni siquiera la fecha. No me
importaba.
Había un trozo de grueso papel marfil doblado en dos con mi nombre escrito en tinta
negra en la parte posterior. No reconocí la letra manuscrita, pero era tan pijo como todo lo
demás. Durante medio segundo, me pregunté si el chupasangres lo hacía en plan de
regodeo.
Lo abrí.
Jacob.
Sé que rompo las reglas al enviarte eto. Ella tenía miedo de
herirte, y no quería que te sintieras en modo alguno obligado, pro sé
que si las cosas hubieran salido de otra manera, yo hubiera
deseado tener la posibilidad de elgir.
Te prometo que cuidare de ella, Jacob. Gracias, por ella y por
todo.
Edward.
—Jake, sólo tenemos esta mesa —comentó Billy, mirando hacia mi mano izquierda.
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Stephenie Meyer
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Tenía los dedos tan apretados contra ella que comenzaba a estar en serio peligro. Los
solté uno por uno, concentrándome en esa única acción y luego junté las manos para
evitar el riesgo de romper algo más.
—Bueno, de todas formas no importa —masculló Billy.
Me levanté de la mesa, y empecé a sacarme la camiseta encogiendo los hombros.
Esperaba que, a estas horas, Leah ya estuviera en casa.
—Aún no es demasiado tarde —murmuró Billy cuando abrí la puerta de un empujón.
Estaba corriendo antes de llegar a los árboles, dejando a mis espaldas una hilera de
ropas como si fueran migas de pan, igual que las dejaría si quisiera volver a encontrar el
camino de casa. Ahora era muy fácil entrar en fase. No tenía que pensar, porque mi
cuerpo ya sabía lo que había y me daba lo que deseaba antes de pedírselo.
Ahora tenía cuatro patas y estaba volando.
Los árboles se desdibujaron en un mar oscuro que fluía a mi alrededor. Mis músculos
se contraían y distendían casi sin esfuerzo aparente. Podría correr así durante días sin
llegar a cansarme. Quizás esta vez no pararía.
Pero no estaba solo.
Cuánto lo siento, susurró Embry en mi mente.
Podía ver a través de sus ojos. Se hallaba muy al norte, pero se había dado la vuelta y
aceleraba para reunirse conmigo. Gruñí y alcancé más velocidad.
Espéranos, se quejó Quil. Él se encontraba más cerca, justo a la salida del pueblo.
Dejadme solo, les rugí a mi vez.
Podía sentir su preocupación en mi cabeza, pese a que intentaba sofocarla entre los
sonidos del viento y el bosque. Esto era lo que más odiaba de todo, verme a mí mismo a
través de sus ojos, peor aún ahora, que estaban llenos de compasión. Ellos también
vieron mi rechazo, pero continuaron persiguiéndome.
Una voz nueva sonó en mi cabeza.
Dejad que se marche. El pensamiento de Sam era dulce, pero al fin y al cabo seguía
siendo una orden. Embry y Quil frenaron hasta alcanzar un ritmo de paseo.
Ojalá pudiera dejar de oírles, dejar de ver a través de sus ojos. Tenía la cabeza
atestada de cosas, pero la única manera de evitarlo y volver a estar solo, era regresar a mi
forma humana y entonces no podría soportar el dolor.
Salid de fase, les ordenó Sam. Embry, voy a recogerte.
Primero una y luego otra, ambas conciencias se desvanecieron silenciosamente. Sólo
quedó Sam.
Gracias, me forcé a pensar.
Vuelve cuando puedas. Las palabras sonaban débiles, desapareciendo en el vacío
oscuro cuando él también se marchó. Ahora estaba solo.
Mucho mejor. Ahora podía oír el ligero crujido de las hojas húmedas bajo mis pezuñas,
el susurro de las alas de un buho sobre mi cabeza, el océano, allá muy lejos, hacia el
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oeste, con su gemido al chocar contra la costa. Escuchaba esto, pero nada más. No
sentía más que la velocidad, nada más que el empuje del músculo, los tendones y el
hueso, trabajando juntos en armonía, mientras los kilómetros desaparecían bajo mis
patas.
Si el silencio en mi mente permanecía, nunca volvería atrás. Sería el primero en
escoger esta forma frente a la otra. Quizá no tendría que volver a escuchar jamás si corría
lo suficiente.
Moví las patas con más rapidez, dejando que Jacob Black desapareciera a mis
espaldas.
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Agradecimientos
Sería una ingrata si no agradeciera su apoyo a las muchas personas que me han
ayudado a sobrevivir al pacto de otra novela:
Mis padres han sido mi roca; no sé cómo se las arregla la gente para pasar sin el buen
consejo de un padre y el hombro de una madre donde poder llorar.
Mi marido y mis hijos han sido de lo más sufrido, cualquiera me hubiera mandado a un
manicomio hace mucho tiempo. Gracias por no hacerlo, chicos.
Mi Elizabeth -Elizabeth Eulberg, una publicista extraordinaria- ha sido mi asidero para
no perder la cordura tanto dentro como fuera de la carretera. Poca gente tiene la suerte de
poder trabajar tan estrechamente con sus mejores amigas, y les estaré eternamente
agradecida a las chicas del Medio Oeste por su sana afición a comer queso.
Jodi Reamer continúa guiando mi carrera con genio y diplomacia. Es un magnífico
consuelo saber que estoy en tan buenas manos.
También es una maravilla poder poner mis manuscritos en las manos adecuadas.
Gracias a Rebecca Davis por haber sintonizado tanto con la historia que hay en mi cabeza
y ayudarme a encontrar los mejores modos de expresarla. Gracias a Megan Tingley,
primero por su fe inquebrantable en mi trabajo y segundo por pulirlo hasta que brilla.
A toda la gente de Little, Brown and Company Books for Young Readers, que han
cuidado de forma tan asombrosa mis creaciones. Tengo que decir que sé que habéis
puesto todo vuestro amor, y lo aprecio más de lo que parece. Gracias, Chris Murphy,
Shawn Foster, Andrew Smith, Stephanie Voros, Gail Doobinin, Tina Mclntyre, Ames
O'Neill, y muchos otros que han convertido la serie Crepúsculo en un éxito.
No me puedo creer lo afortunada que soy por haber descubierto a Lori Joffs, que no sé
cómo se las arregla para ser una lectora tan rápida como meticulosa. Siento verdadera
emoción por tener una amiga y cómplice tan perspicaz, llena de talento y paciente con mis
quejas.
De nuevo a Lori Joffs junto con Laura Cristiano, Michaela Child y Ted Joffs, por crear y
mantener la estrella más brillante del universo, Crepúsculo en Internet, el Twilight Lexicón.
Aprecio de veras el trabajo tan duro que habéis realizado para construir un espacio
agradable para que puedan acudir allí mis fans. Gracias también a mis amigos
internacionales en www.crepúsculo.es, com por un sitio tan sorprendente que trasciende la
barrera del idioma. Gracias también a Brittany Gardener, por su maravilloso trabajo en el
Twilight and New Moon by Stephenie Meyer MySpace Group, un sitio para los fans tan
grande que la idea de mantenerlo al día me deja anonadada; Brittany, me sorprendes. A
Katie y Audrey por Bella Pe-nombra, un sitio lleno de belleza. A Heather por Nexus rocks.
No puedo mencionar aquí todos los sitios maravillosos que hay y sus creadores, pero
muchísimas gracias a todos y cada uno de vosotros.
Muchas gracias a mis lectores no profesionales, Laura Cristiano, Michelle Vieira,
Bridget Creviston, y Kimberlee Peterson, por sus inestimables aportaciones, por su
entusiasmo y sus ánimos.
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Todos los escritores necesitan una librería independiente y amiga; me siento
agradecida a Changing Hands Bookstore, mis seguidores en mi ciudad natal de Tempe,
Arizona, y especialmente a Faith Hochhalter, por su brillante gusto literario.
Estoy en deuda con los dioses del rock de Muse, por otro de sus inspiradores
álbumes. Gracias por continuar creando mi música favorita. También me siento
agradecida a todas las otras bandas de mi playlist (lista de reproducción) que me han
ayudado en mis bloqueos de escritora y a mis nuevos descubrimientos: Ok Go, Gómez,
Placebo, Blue October yjack's Mannequin.
Y por encima de todo, un gracias descomunal a todos mis fans. Estoy firmemente
convencida de que son los más atractivos, inteligentes, fascinantes y entregados de todo
el mundo. Me gustaría poderos dar a cada uno un gran abrazo y un Porsche 911 Turbo.
Fin