domingo, 25 de enero de 2009

Etíca
Mil productos diferentes abarrotaban la estantería del cuarto de baño de Alice, todos
ellos con la pretensión de embellecer la piel de una persona. Supuse que había adquirido
la mayoría como deferencia a mí, ya que en aquella casa todos tenían una piel perfecta.
Leí las etiquetas con asombro, hecha polvo ante semejante desperdicio.
Tuve la precaución de no mirar al gran espejo.
Alice me peinaba el pelo con movimientos lentos y rítmicos.
—Ya basta, Alice —le insté en tono apagado—. Quiero volver a La Push.
¿Cuántas horas tendría que esperar a que Charlie abandonara la casa de Billy para
poder ver a Jacob? Cada minuto que había pasado sin saber si Jake seguía respirando o
no, me había pesado como diez vidas completas. Y ahora, cuando por fin podía ir para
verificar su estado por mí misma, el tiempo se me pasaba tan rápido... Sentí como si
estuviera conteniendo el aliento antes de que Alice llamara a Edward, insistiendo en que
debía mantener esa ridicula farsa de que había dormido fuera de casa. Parecía algo tan
insignificante...
—Jacob continúa inconsciente —contestó Alice—. Carlisle o Edward te llamarán en
cuanto despierte. De cualquier modo, debes ir a ver a tu padre. Estaba en casa de Billy,
ha visto que Carlisle y Edward han regresado de la excursión y va a recelar cuando
llegues a casa.
Ya tenía mi historia memorizada y contrastada.
—No me preocupa. Quiero estar allí cuando Jacob despierte.
—Sé que has tenido un día muy largo, y lo siento, pero ahora has de pensar en
Charlie. Debe seguir en la ignorancia para estar a salvo, es más importante que nunca. Sé
que aún no has empezado a enfrentarte a ello, pero eso no quiere decir que puedas rehuir
tus compromisos. Interpreta tu papel primero, Bella, y después podrás hacer lo que
quieras. Parte de ser un Cullen consiste en mostrarse meticulosamente responsable.
Era evidente que ella estaba en lo cierto, y si no fuera por esa misma razón, más
poderosa que todo mi miedo, mi dolor y mi culpabilidad, Carlisle jamás habría sido capaz
de instarme a abandonar a Jacob, estuviera inconsciente o no.
—Vete a casa —me ordenó Alice—. Habla con Charlie. Dale vida a tu coartada.
Mámenle a salvo.
Me puse de pie, y la sangre se me bajó de golpe hasta los pies, pinchándome como
las puntas de miles de agujas. Había estado allí sentada durante demasiado tiempo.
—Ese vestido te queda precioso —me arrulló Alice.
—¿Eh? Ah. Esto... Gracias otra vez por la ropa —murmuré, más por cortesía que por
gratitud real.
—Vas a necesitar una prueba —repuso Alice, con sus ojos abiertos de forma
inocente—. ¿Qué es una excursión de compras sin un conjunto nuevo? Es muy
favorecedor, aunque esté mal que yo lo diga.
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Parpadeé, incapaz de recordar qué ropa me había puesto Alice. No podía controlar
mis pensamientos ni evitar que se dispersaran cada pocos minutos, como insectos
huyendo de la luz...
—Jacob se encuentra bien, Bella —comentó Alice, intuyendo con facilidad mi
preocupación—. No hay prisa. Si piensas en la cantidad de morfina adicional que ha tenido
que inyectarle Carlisle, viendo lo rápido que la quema con esa temperatura que tiene, ya te
puedes hacer idea de que va a estar fuera de combate durante un rato.
Al menos no sentía dolor alguno. Todavía no.
—¿Hay algo de lo que quieras hablar antes de irte? —me preguntó Alice con
simpatía—. Debes de estar más que traumatizada.
La vi venir e intuí qué atizaba su curiosidad, pero yo tenía otras preguntas.
—¿Seré como ella? —quise saber—. ¿Me pareceré a Bree, la neófita del claro?
Necesitaba reflexionar acerca de muchas cosas, pero no lograba olvidar a la neófita
cuya vida había acabado de forma tan abrupta. Su rostro, crispado por el deseo de
sangre, persistía detrás de mis párpados.
Alice me acarició el brazo.
—Cada uno es distinto, pero guardará cierto parecido —permanecí quieta mientras
intentaba imaginarlo—. Se pasa —me prometió.
—¿Cuánto tiempo necesitaré para superarlo?
Ella se encogió de hombros.
—Unos cuantos años, quizá menos. Podría ser diferente en tu caso. No he visto a
nadie que lo haya pasado habiéndolo escogido de modo voluntario. Podría ser interesante
observar cómo te afecta a ti.
—Interesante —repetí.
—Procuraremos apartarte de los problemas.
—Ya lo sé. Confío en ti —mi voz era mortecina.
Alice arrugó la frente.
—Si te preocupan Carlisle o Edward, te aseguro que ellos estarán bien. Creo que Sam
ha empezado a confiar en nosotros... Bueno, al menos en Carlisle. Eso es estupendo, por
supuesto. Imagino que la escena se puso algo tensa cuando Carlisle tuvo que arreglar las
fracturas...
—Por favor, Alice.
—Lo siento.
Inspiré profundamente para tranquilizarme. Jacob había comenzado a curarse
demasiado rápido y algunos de sus huesos se habían unido mal. Él se lo había tomado
bastante bien, pero todavía me resultaba difícil pensar en ello.
—Alice, ¿puedo preguntarte una cosa sobre el futuro?
Ella adoptó de repente una actitud cautelosa.
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—Ya sabes que no lo veo todo.
—No es eso..., verás, algunas veces tú sí que ves mi futuro. ¿Por qué crees que no
surten efecto en mí los poderes de Edward, Jane o Aro?
Mi frase se desvaneció junto con mi nivel de interés. Mi curiosidad en este asunto se
estaba debilitando, superada por completo por otras emociones más apremiantes. Alice,
sin embargo, encontró la cuestión muy interesante.
—En el caso de Jasper, su don actúa sobre tu cuerpo igual que sobre el de los demás.
Ésa es la diferencia, ¿lo ves? La habilidad de Jasper afecta de un modo físico. Realmente
te calma o te enerva, no es una ilusión. Y yo tengo visiones de los resultados de las cosas,
pero no de las razones y pensamientos que las provocan. Están fuera de la mente, no son
una ilusión, tampoco; es la realidad, o al menos una versión de la misma. Pero tanto Jane,
como Edward, como Aro o Demetri, todos ellos trabajan dentro de la mente. Jane sólo
crea una ilusión de dolor. En realidad, no le hace daño a tu cuerpo, es sólo que tú lo crees
así. ¿Lo ves, Bella? Estás a salvo dentro de tu mente, nadie puede llegar hasta allí. No
resulta nada raro que Aro sienta tanta curiosidad por tus habilidades futuras.
Observó mi rostro para ver si seguía su argumento lógico. Para ser sincera, me daba
la sensación de que sus palabras habían empezado a atrepellarse, y las sílabas y los
sonidos habían perdido su significado. No podía concentrarme en ellas. Aun así, asentí.
Intenté hacer como si lo hubiera comprendido.
Ella no se dejó engañar. Me acarició la mejilla y murmuró:
—Todo va a salir bien, Bella. No necesito una visión para saber eso. ¿Estás preparada
para irte ya?
—Una cosa más. ¿Puedo hacerte otra pregunta sobre el futuro? No quiero nada
concreto, sólo un punto de vista general.
—Lo haré lo mejor que pueda —me dijo, vacilante de nuevo.
—¿Todavía me ves convirtiéndome en vampira?
—Ah, eso es fácil. Claro que sí.
Asentí con lentitud.
Examinó mi rostro, sus ojos eran insondables.
—¿No estás segura de tu propia decisión, Bella?
—Sí. Simplemente quería saber si tú lo estabas.
—Yo estoy segura en la medida en que tú lo estés. Ya lo sabes. Si tú cambias de
opinión, cambiará lo que yo veo... o desaparecerá, en tu caso.
Suspiré.
—Pero eso no va a ocurrir.
Me abrazó.
—Lo siento. No puedo ponerme en tu lugar. Mi primer recuerdo es el de ver el rostro
de Jasper en mi futuro; siempre supe que él era el lugar hacia donde mi vida se dirigía,
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pero sí puedo intentar comprenderte. Siento muchísimo que tengas que elegir entre dos
opciones igual de buenas.
Me sacudí sus brazos de encima.
—No te apenes por mí —había gente que merecía simpatía, pero yo no era una de
ellas. Y no había ninguna elección que tomar, lo único que tenía que hacer era romperle a
alguien el corazón—. Será mejor que me vaya a ver a Charlie.
Conduje el coche en dirección a casa, donde mi padre me esperaba con un aspecto
tan suspicaz como había augurado Alice.
—Hola, Bella. ¿Qué tal ha ido esa excursión de compras? —me saludó cuando entré
en la cocina. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y los ojos fijos en mi rostro.
—Muy larga —contesté con aspecto aburrido—. Acabamos de regresar.
Charlie comprobó cuál era mi estado de ánimo.
—Supongo que ya te has enterado de lo de Jake...
—Sí. Los otros Cullen nos dieron la mala noticia. Esme nos dijo dónde estaban Carlisle
y Edward.
—¿Te encuentras bien?
—Estoy preocupada por Jake. Quiero ir a La Push en cuanto haga la cena.
—Ya te advertí que esas motos eran peligrosas. Espero que esto te haga comprender
que no bromeaba con ese tema.
Asentí mientras empezaba a sacar cosas del frigorífico. Charlie se instaló en la mesa.
Parecía de un humor más parlanchín de lo habitual.
—No creo que debas preocuparte mucho por Jake. Alguien que puede soltar esa
cantidad de palabrotas con tanta energía, seguro que se recupera.
—¿Estaba despierto cuando le viste? —le pregunté, dándome la vuelta para mirarle.
—Oh, sí, y mucho. Tendrías que haberle escuchado..., bueno, en realidad, mejor que
no. Me da la sensación de que le ha oído todo el mundo en La Push. No sé de dónde se
ha sacado semejante vocabulario, pero espero que no lo haya empleado en tu presencia.
—Pero hoy su excusa es estupenda. ¿Qué pinta tiene?
—Descompuesto. Lo trajeron sus amigos. Menos mal que son chicos fuertes, porque
ese chaval es como un armario. Carlisle le dijo que tenía la pierna derecha rota, y también
el brazo derecho. Parece ser que se aplastó todo el lateral del cuerpo al caerse de esa
maldita moto —Charlie sacudió la cabeza—. Como me entere yo de que has vuelto a
montar en moto, Bella...
—No hay problema, papá, no lo haré. Entonces, ¿crees que Jake está bien?
—Seguro, Bella, no te preocupes. Estaba lo suficientemente dueño de sí mismo como
para meterse conmigo.
—¿Meterse contigo? —repetí sobresaltada.
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—Así es... entre un insulto a la madre de alguien y que estuvo nombrando a Dios en
vano, dijo: «Apuesto a que hoy está contento de que ella quiera a Cullen en vez de a mí
¿ que sí Charlie?».
Me volvíhacia el frigoríico para impedir que me viera el rostro.
— no puedo discutir eso. Edward es mucho má maduro que Jacob en lo que
respecta a tu seguridad, eso tengo que concedéselo.
—acob es muy maduro —usurréa la defensiva— Estoy segura de que no ha sido
culpa suya.
—aya dí má extrañ el de hoy —eflexionómi padre al cabo de un minuto— Ya
sabes, no presto muchos oíos a todas esas supersticiones, pero pasaba algo raro... Era
como si Billy supiera que le iba a ocurrir algo malo a Jake. Estuvo nervioso como un pavo
el dí antes de Nochebuena durante toda la mañna. Me extrañrí que hubiera
escuchado ni una palabra de lo que le dije.
»Y despué, má sorprendente todaví, ¿e acuerdas cuando en febrero y marzo
tuvimos todos aquellos problemas con los lobos?
Me inclinépara sacar una sarté del mueble de la cocina y conseguir de ese modo un
par de segundos de ventaja.
—í—ascullé
—ues espero que no volvamos a tener dificultades con eso. Esta mañna, cuando
estáamos a bordo del barco, y Billy ni me prestaba atenció a míni a la pesca, de
repente, se escucharon aullidos de lobo en los bosques. Má de uno y, chica, sonaban
bien fuerte, como si estuvieran junto al pueblo. Lo má raro de todo es que Billy le dio la
vuelta al barco y se dirigióderechito al puerto como si le estuvieran llamando a é
personalmente. Ni me escuchósiquiera cuando le preguntéquéestaba haciendo.
»Los sonidos cesaron apenas hubimos amarrado, pero esta vez le dio una perra a Billy
con lo de no perderse el partido, aunque todaví quedaban horas... Estaba murmurando
algo sin sentido de un pase previo... ¿óo iban a echar un pase en diferido de un partido
en vivo? Ya te digo, Bella, de lo má extrañ.
»Bueno, pues cuando llegamos estaban poniendo otro partido que segú dijo deseaba
ver... pero poco despué parecióperder el interé y se pasótodo el rato colgado del
teléono, llamando a Sue, a Emily, y al abuelo de tu amigo Quil. Y no es que se interesara
por algo en concreto, se limitóa mantener con ellos una charla de lo má banal.
»Y otra vez comenzaron los aullidos justo fuera de la casa. No habí oío en mi vida
nada igual... Se me puso la carne de gallina. Le preguntéa Billy, y tuve que gritarle por
encima de todo ese ruido, si habí puesto trampas en el patio, porque parecí como si el
animal estuviera sufriendo mucho.
Hice un gesto de dolor, pero Charlie estaba tan metido en su historia que no se dio
cuenta.
— claro, a míse me habí olvidado todo esto hasta ahora mismo, porque en ese
momento fue cuando llegóJake. Un minuto antes, los aullidos te ensordecín, hasta el
punto de no poder oí ninguna otra cosa y, de pronto, sóo se oín las maldiciones de Jake
que los ahogaron bien ráido. Menudo par de pulmones tiene ese chico —harlie
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enmudeció un momento con gesto pensativo—. Lo divertido del asunto es que, después
de todo, es posible que salga algo positivo de este jaleo. No creí que alguna vez
superarían ese absurdo prejuicio que tienen allí contra los Cullen, pero a alguien se le
ocurrió llamar a Carlisle y Billy se mostró de lo más agradecido cuando apareció. Pensé
que habría que llevar a Jake al hospital, pero Billy prefería tenerlo en casa y Carlisle
estuvo de acuerdo. Supongo que él sabe lo que es mejor. Muy generoso por su parte
ofrecerse para hacer visitas domiciliarias a un sitio tan lejano.
»Y Edward estuvo realmente encantador... —fectuóuna pausa, como si no le
apeteciera decir algo. Suspiróy despué continuó— Parecí tan preocupado por Jake
como tú.. Como si fuera uno de sus hermanos el que estuviera allítirado. Tení una
mirada... —harlie sacudióla cabeza— Es un chico decente, Bella. Intentaréacordarme,
aunque, de todos modos, tampoco te prometo nada —e sonrió
—o te lo recordaré—usurré
Charlie estirólas piernas y gruñó
—s estupendo volver al hogar. No te puedes hacer idea de lo atestada de gente que
se puso la casita de Billy. Se presentaron allílos siete amigos de Jake, todos comprimidos
en esa pequeñ habitació de la entrada... Apenas se podí respirar. ¿e has fijado
alguna vez en lo grandes que son todos esos chicos quileute?
—í claro.
Charlie me miró de pronto, parecí má interesado.
—a verdad, Bella, es que Carlisle aseguróque Jake estaráen pie y dando vueltas
por ahíen poco tiempo. Tambié dijo que parecí peor de lo que era en realidad. Va a
ponerse bien.
Me limitéa asentir.
Habí visitado a Jacob tan pronto como Charlie se marchóde casa de Billy. Tení un
aspecto de extrañ indefensió. Habí cabestrillos por todas partes, ya que Carlisle
juzgaba innecesario enyesarle ante la rapidez con la que se estaba recuperando. Tení el
rostro páido y demacrado, profundamente inconsciente como estaba en ese momento.
Fráil. A pesar de lo grande que era, en ese momento me pareciómuy fráil. Quizáhabí
sido producto de mi imaginació, al sumarle la idea de que tení que romper con é.
Ojaláme cayera un rayo y me partiera en dos, y a ser posible de forma dolorosa. Por
primera vez, el dejar de ser humana se me presentaba como un verdadero sacrificio, como
si fuera excesivo lo que iba a perder.
Depositéel plato junto al codo de mi padre y, tras servirle la cena, me dirigíhacia la
puerta.
—sto... Bella, ¿uedes esperar un segundo?
—¿e me ha olvidado algo? —reguntémirando su plato,
—o, no. Es sóo que querí pedirte un favor —harlie fruncióel ceñ y miróal
suelo— Siétate, aunque no me llevarámucho.
Me acomodéa su lado, algo confundida. Intentéconcentrarme.
—¿uées lo que necesitas, papá